jueves, 26 de febrero de 2015

Medicamentos contra el VIH para hombres gays sanos

El estudio ha sido realizado en 545 hombres con alto riesgo de contraer VIH por su condición homosexual y tipo de prácticas de riesgo. En él se demuestra que los tratamientos antirretrovirales funcionan perfectamente como profilaxis al virus del VIH, con un 90% de eficacia. Lo que abre el debate sobre la suministración de estos fármacos a personas con alto riesgo de contraer la enfermedad, un marco en el que están incluidos todos los hombres homosexuales que practiquen sexo con otros hombres.
Controvertido tema, si tenemos en cuenta que estamos hablando de un tratamiento médico de por vida, una terapia que ya se suministra a enfermos de VIH y que mantiene el virus indetectable, lo que les hace vivir como si no tuvieran la enfermedad, pero que no les cura definitivamente. Una medicación que, por otro lado, tiene ciertos efectos secundarios no deseados como vómitos, diarreas, depresiones y trastornos del sueño, además del inevitable impacto hepático que puede tener cualquier medicación a largo plazo. Esto sumado al gran coste económico hacía de esta alternativa una opción poco recomendable como profilaxis al virus.

Pero ahora el Reino Unido, como ya hace EE UU, se plantea el uso de estos medicamentos no como tratamiento a enfermos sino como profilaxis al contagio, administrando estos medicamentos a toda la población de alto riesgo, y por ende a todos los homosexuales.
Dentro de las desventajas que más preocupan a los expertos está el aumento de prácticas de riesgo, por la errónea creencia de que por tomar la medicación ya no sea necesario el uso de preservativo. Como indica el estudio, su efectividad es solo del 90%, frente al 95% de los preservativos, además de no proteger contra otras enfermedades de transmisión sexual.

Algo parecido a lo ocurrido hace unos años cuando se descubrió que los enfermos tratados de VIH podrían llevar una vida normal, como si el virus no existiera, tomando solo una pastilla al día. Un hecho que animó amuchos a tener la estupida convicción de que podían practicar sexo sin protección, puesto que el sida ya no era una enfermedad mortal, y no tenían de qué preocuparse.

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